Juicios de valor
No pretendo empezar este escrito diciendo que nuestros valores sean equivocados, pero tampoco que sean correctos. Son simplemente juicios, afirmaciones, decisiones. En su mayor parte, se trata de decisiones que no hemos tomado nosotros mismos, sino algún otro. Quizá nuestros padres, nuestra religión, nuestros profesores, historiadores, políticos... basamos nuestros propios valores de influencias ajenas a nuestro propio Yo. Muy pocos de los juicios de valor que hemos incorporado a nuestra verdad son juicios que hemos formulado nosotros mismos basándonos en nuestra propia experiencia. Pero la experiencia es lo que vinimos a buscar aquí y por nuestra experiencia (es el plan) íbamos a crearnos a nosotros mismos, pero nosotros nos hemos creado a nosotros mismos por la experiencia de los demás. Si hubiera algo parecido al pecado, sería esto: permitirnos haber llegado a ser lo que somos por la experiencia de los demás. He aquí el “pecado” que hemos cometido todos nosotros. No esperamos a tener nuestra propia experiencia, sino que aceptamos la experiencia de los demás como el evangelio (literalmente), y luego, cuando nos encontramos con la experiencia real por primera vez, permitimos que lo que ya sabíamos acerca del encuentro oculte lo que realmente pensamos, creándonos una emoción que no es la nuestra real. Si no obráramos así; podríamos tener una experiencia completamente diferente; una experiencia que haría aparecer a nuestro maestro o fuente original como equivocado. En la mayoría de los casos, no queremos que nuestros padres, escuelas, religiones, tradiciones, sagradas escrituras o textos de otros aparezcan como equivocados, de modo que negamos nuestra propia experiencia a favor de lo que nos han dicho que pensemos.
Con cariño,