¿El mundo tendrá siempre problemas?
El mundo existe tal como es -igual que un copo de nieve existe tal como es- por voluntad de alguien. Nosotros lo hemos creado de ese modo, del mismo modo que hemos creado nuestra vida exactamente como es.
Dios quiere lo que nosotros queramos. El día en que realmente queramos acabar con el hambre, dejará de haber hambre. Nos han sido dados todos los recursos necesarios para hacerlo. Disponemos de todas las herramientas para llevar a cabo esa decisión. No lo hemos hecho. Y no porque no podamos: mañana mismo podría terminar el hambre en el mundo. Pero hemos decidido no hacerlo.
Pretendemos que hay buenas razones por las que 40.000 personas deben morir diariamente de hambre. No las hay. Pero al mismo tiempo que decimos que no podemos hacer nada para que dejen de morir de hambre 40.000 personas diarias, traemos al mundo a 50.000 personas cada día, a una nueva vida. Y a eso lo llamamos amor. Y a eso lo llamamos el plan de Dios. Se trata de un plan que carece absolutamente de toda lógica o razón, por no hablar de la compasión.
En resumidas cuentas, estoy demostrando que el mundo existe tal como es porque nosotros lo hemos decidido. Estamos destruyendo sistemáticamente nuestro propio medio ambiente, y luego consideramos los llamados desastres naturales como una evidencia de una broma cruel de Dios, o de la violencia de la naturaleza. Somos nosotros mismos quienes nos hemos gastado esa broma, y somos nosotros los crueles.
Nada, nada en absoluto es más amable que la naturaleza. Y nada, nada en absoluto ha sido más cruel con la naturaleza que el hombre. Pero eludimos cualquier compromiso, negamos toda responsabilidad. No es culpa nuestra, decimos, y en eso tenemos razón. No es una cuestión de culpa, sino de decisión.
Podemos decidir poner fin a la destrucción de nuestras selvas mañana mismo. Podemos decidir que se detenga la reducción de la capa de ozono que cubre nuestro planeta. Podemos decidir suspender el continuo ataque a nuestro ingenioso ecosistema terrestre. Podemos tratar de formar de nuevo el copo de nieve -o al menos detener su inexorable fusión-; pero ¿lo haremos?
Del mismo modo, mañana mismo podemos poner fin a todas las guerras. Sencillamente, fácilmente. Lo único que hace falta -lo único que siempre ha hecho falta- es que nos pongamos de acuerdo. Pero si nosotros no nos podemos poner de acuerdo en algo tan sencillo como acabar con el asesinato del otro, ¿cómo pedimos al cielo, agitando los puños, que ponga nuestra vida en orden?
Dios no hará nada por nosotros que nosotros no hagamos por nosotros mismos. Esa es la ley y los profetas.
El mundo es como es por causa nuestra y de las decisiones que hemos tomado, o dejado de tomar.
(No decidir también es decidir.)
La Tierra es como es por causa nuestra, y de las decisiones que hemos tomado; o dejado de tomar.
Nuestra propia vida es como es por causa nuestra, y de las decisiones que hemos tomado; o dejado de tomar.
Con amor,