Las tres sencillas leyes...
La primera Ley es que podemos ser, hacer y tener cualquier cosa que seamos capaces de imaginar. La segunda Ley es que atraemos sobre nosotros aquello que tememos.
Lo que se ha descrito como la caída de Adán fue en realidad su elevación, el mayor acontecimiento en la historia de la humanidad; ya que, sin él, el mundo de la relatividad no existiría.
El acto de Adán y Eva no fue el pecado original, sino -en realidad- la primera bendición. Debemos agradecérselos desde el fondo de nuestro corazón, puesto que, al ser los primeros que tomaron una decisión “equivocada”, Adán y Eva produjeron la posibilidad de tomar cualquier tipo de decisión.
Esta es la ciencia del bien y del mal de la que participaron Adán y Eva. En tanto no supieron esto, no podía existir la vida tal como la conocemos. Adán y Eva -los nombres míticos con los que hemos representado al primer hombre y a la primera mujer- fueron el padre y la madre de la experiencia humana.
En nuestra mitología, hemos hecho de Eva una mujer “mala”: la tentadora que comió del fruto, la ciencia del bien y del mal, y que tímidamente invitó a Adán a unirse a ella. Esta base mitológica nos ha permitido considerar, desde entonces, a la mujer como la "causante" de la “caída” del hombre, resultando de ello todo tipo de realidades pervertidas; por no hablar de los criterios distorsionados y confusiones relativas al sexo. (¿Cómo nos parece tan bien algo que es tan malo?)
Lo que más tememos es lo que más nos atormentará. El temor lo atraerá hacia nosotros como un imán. Todas nuestras escrituras sagradas -o cualquier tipo de creencia y tradición religiosa que hemos creado- contienen esta clara advertencia: no temáis. ¿Creemos que es por casualidad?
Las Leyes son muy sencillas:
1. El pensamiento es creador.
2. El temor atrae a la energía semejante.
3. El amor es todo lo que hay.
Con cariño,