Todo en la Vida es Sagrado...
Seamos fieles a nuestros valores en la medida en que experimentemos que nos son útiles, pero eso sí, tomemos en cuenta si estos valores que nos sirven a cada uno de nosotros, con nuestros pensamientos, palabras y actos, traen al espacio de nuestra experiencia la mejor y más alta idea que jamás hayamos tenido de nosotros mismos. Examinemos nuestros valores uno por uno. Sometámoslos a la luz del escrutinio público. Si podemos decir al mundo quiénes somos y en qué creemos sin vacilaciones ni indecisiones, entonces somos felices con nosotros mismos. No sólo todas las cosas en torno a Dios no entendemos. No sabemos la mitad de lo que necesitamos saber para comprender verdaderamente la vida misma. Nos han dicho que los autores de la Biblia fueron testigos de la vida de Cristo, y reprodujeron fielmente lo que vieron y oyeron. Falso. La mayoría de los autores del Nuevo Testamento nunca conocieron ni vieron a Jesús en su vida. Vivieron muchos años después de que Jesús abandonara la tierra. No habrían reconocido a Jesús de Nazaret aunque se hubieran cruzado con él en la calle. Los autores de la Biblia fueron grandes creyentes y grandes historiadores. Recogieron los relatos que habían llegado hasta ellos y sus amigos de boca de sus mayores -quienes, a su vez, los habían oído a sus mayores- hasta que finalmente surgió una recopilación escrita. Y no todos los autores de la Biblia fueron incluidos en el documento final. Hasta entonces ya habían surgido las “iglesias” en torno a las enseñanzas de Jesús; y -como sucede siempre y dondequiera que la gente se agrupe en torno a una idea poderosa- hubo ciertos individuos en el seno de dichas iglesias, o enclaves, que determinaron qué partes de la historia de Jesús debían mencionarse, y como. Este proceso de selección y corrección continuó durante toda la recopilación, redacción y publicación de los evangelios y la Biblia. Incluso varios siglos después de que se consignaran las escrituras originales, un Alto Consejo de la Iglesia determinó, una vez más, qué doctrinas y verdades había que incluir en la Biblia oficial de entonces; y qué resultaría “malsano” o “prematuro” revelar a las masas. Además, ha habido otras sagradas escrituras, cada una de ellas fruto de un momento de inspiración de hombres por lo demás corrientes. Todo en la vida es sagrado.
Con cariño,